Después de una semana de trabajo invisible: de llamadas, de recoger lo hablado y acordado para devolverlo a los grupos, de organizar documentos y poner en común fechas y posibles encuentros, de publicar e informar de lo que se está moviendo por estas tierras y mares, de asumir las fiestas y las vacaciones…volvemos a encontrarnos. No todos, hay quien está de viaje y hay quien entre San Lorenzo, la Virgen y los veraneantes está en medio de sus días de trabajo más intensos del año. Así que, quienes podemos continuamos empujando el proceso.
Con las facilidades y cuidados que encontramos en Alcalá de Gurrea, no dudamos en volvernos a juntar en su centro social. Aunque los lunes el bar está cerrado, podemos bajar a por cafés y helados a la piscina (que está a tope) en un momento. Nos dejan la llave del centro en el buzón, aunque llegamos y está ya abierto, que hay algunos jóvenes en el gimnasio. Sacamos agua fresquita y nos colocamos alrededor de la mesa para decidir cómo proponer una tarde de disfrute y memoria en el embalse.
Empezamos con las dudas. Dudamos si organizarnos con un autobús, para facilitar que puedan acudir de todos los pueblos, pero enseguida nos damos cuenta que va a ser más una dificultad que una ayuda. La mayoría considera que es más fácil que se organicen entre los coches de las madres, padres, tíos o abuelos que quieran venir a compartir esa tarde. Resuelta esa duda, hay una cosa que Sí está clara, tiene que ser antes de las fiestas de Lupiñén y de Alcalá, que empiezan el 23 de agosto, porque sino después la mayoría de la chavalería ya se va del pueblo.
¿Y qué les vamos a proponer? Queremos estar cerca del agua, y que sea fácil e inclusivo para todos y todas. Si empezamos con un paseo en Kayak, parece que volver a mover los coches hasta la Atalaya va a ser más problema. Tenemos que renunciar a la Atalaya. Ya está, no pasa nada, desde el club náutico nos vamos todos paseando por la presa, que es un paseo corto y agradable, y no movemos coches otra vez. Además así, quien quiera, ¡irá en patines!. Podemos llegar paseando a la altura de la Atalaya pero debajo, y así los mayores nos podrán contar la historia del pantano, de lo que hacían y de cómo se construyó. Y justo allí, disfrutando del atardecer, podemos picotear juntos y hacer el sorteo de la silla de picnic. Una silla que anime a acercarse al pantano.
En medio de estas decisiones, hablamos con Óscar, de Guara Norte. La tarde del viernes 18 les va estupendo ¡reservamos!. Acordamos preparar un cartel, para que se pueda difundir en todos los pueblos del territorio: Lupiñén, Alcalá de Gurrea, Montmesa y Ortilla, lo pondremos en las piscinas, en los centros sociales, y claro, lo enviaremos por las listas de difusión de los pueblos. El grupo quiere que todo el mundo se sienta invitado. Aunque lo que va a ir aún mejor va a ser el boca a boca. Esta propuesta está ya más que en marcha. Nos despedismos, que tenemos que seguir ruta, que hoy vamos a acordar también las localizaciones para el audiovisual.
Nos juntamos en el Club Náutico para no ir en tantos coches, y nos montamos en el jeep: para subir a la Atalaya lo vamos a necesitar. Arrancamos hacia el Club de Vela, que ahora apenas está en uso. Pero es desde allí un buen lugar para grabar el amanecer, a las orillas del embalse, y con el Tozal de Guara de fondo. Lo marcamos con esa bola roja en la foto, y lo situamos en el GPS para cuando podamos compartirlo con las profesionales que nos ayudarán a grabar. Hay otro muy buen lugar desde el que grabar el amanecer: la ermita de los Agudos. Allá que vamos.
Desde luego que coger altura siempre da otra perspectiva, aunque en general el grupo considera mejor la imagen desde cerquita del agua. Claro está, no deja de ser un buen recurso. Mientras algunos estamos haciendo al ruta, hay personas del grupo que no han podido venir pero comparten un vídeo de referencia para que imaginemos cómo podría ser el estilo. Nos cuentan que hace unos veranos que ese fue el escenario de un concierto. Desde luego, vaya vistas. Seguimos, que tenemos que llegar a la Atalaya.
El último lugar, el que hemos aprendido que es lugar de referencia para casi todas las personas que habitan estas tierras. Y cómo para no serlo. Esta impresionante torre islámica, datable entre los siglos X y XI, permite dominar con la vista toda la llanura, alcanzando a ver los Mallos de Riglos y la sierra de Loarre. Impresionante. Desde aquí podríamos comunicarnos con espejos con la torre de San Mitiel, en Fontellas, con Alcalá y dicen que hasta con Bolea. No vamos a poder probarlo en la tarde para la chavalería, porque subir hasta aquí requiere de demasiada logística (hay un agujero que requiere venir con todoterreno, o tener ganas del paseo cuesta arriba: habrá que proponerlo para la próxima).
Qué placer. Podemos disfrutar del atardecer, de aquello que consideramos un secreto que mucha gente desconoce teniéndolo bien cerca. Nos imaginamos siguiendo a un pájaro, como un guía de lo invisible en este viaje de audiovisual. Casi sin palabras. O que sean esos múltiples sonidos quienes nos señalen los invisible. De nuevo, sin palabras. Así es como te deja también contemplar las vistas desde aquí.
Tenemos que bajar, que hay que recoger albahaca para San Lorenzo, coger el bus de vuelta o recoger a los hijos que se han quedado paseando por el embalse. Tenemos claro que esta es la mejor localización posible. Ahora queda mucho trabajo de guion.