Montmesa, una tarde calurosa del mes de julio, son las siete de la tarde.
María ha abierto el bar una hora antes de su horario habitual para acogernos. Hay un salón muy grande que comunica con el bar. El aire acondicionado lleva unas horas refrescando el espacio que ha quedado ordenado con unas mesas en el centro y un montón de sillas alrededor.
Bastante puntuales, vamos llegando. Hay saludos entre las personas conocidas, algunas caras de “a ver qué es esto…”
Una de las preguntas que nos hacemos al comenzar es “¿a cuántas personas de las que estamos hoy aquí no conocías antes?” Las respuestas son muy variadas, la media es entre 6 y 7 personas que no conocíamos de un total de 15.
En una ronda, con el nombre, contamos qué relación tenemos con el territorio que compartimos, el embalse de la Sotonera. No son pocas las personas que han vuelto a sus orígenes, otras no se han movido del territorio y unas cuantas han dejado grandes urbes para buscar otras formas de vivir.
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Recogiendo las palabras que nos vienen al pensamiento cuando nombramos Sotonera o Embalse, la mayoría de ellas tiene que ver con el medio natural, la biodiversidad que ofrece el embalse, esta masa de agua acumulada de forma artificial. Pero también con oportunidades, con espacios para el recogimiento, con el silencio, con los espectaculares atardeceres…
Hablamos de este proyecto del “Mar de Huesca”, de lo que es un laboratorio ciudadano, de la cultura comunitaria, del conocimiento compartido, de las redes, de las personas, del lugar.
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Estamos, casi sin querer, comenzando a tejer, aún en el aire, una fina red que pasa por los pueblos que rodean el embalse, una red a la que vamos sumando las palabras que han emergido de nuestro pensamiento en relación con el paisaje.
Pensando en el presente y el futuro de este territorio compartido, los recursos, la explotación y el cuidado del paisaje con la flora y la fauna que habitan en él vuelven a tomar protagonismo. También aparecen temas que preocupan como la vivienda. Esto es, en parte, por el perfil de personas que han podido asistir a este encuentro. Deseamos poder ir sumando voces y pensamientos lo más diversos posibles, que sin duda no harán sino enriquecer este valioso proceso.
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En un momento del encuentro, entre los ricos pinchos de tortilla que María y su equipo han preparado y unas bebidas frías, aparece la idea de asociarse, vincularse, unirse… También se menciona un lugar concreto: La Cultural, un edificio pensado para el encuentro y las actividades culturales y recreativas. Situado en Tormos (Alcalá de Gurrea), se inauguró en los años de construcción del embalse. Permanece cerrado y se conserva su interior tal cual se creó.
Antes de despedirnos y con la mirada puesta en los siguientes pasos del proyecto, que pasan por formar tres grupos de acción o grupos motores que tengan cada uno propósito diferente, cada persona se apunta al grupo que más le apetece. Un grupo tendrá algo que ver con la creación de un audiovisual, otro incluirá a la infancia (desde las escuelas de verano activas en la zona) y el último, de momento, es una incógnita.
El encuentro ha durado dos horas. Nos vamos con el deseo de seguir, pronto nos volveremos a encontrar.
Al volver cada una a nuestro lugar nos encontramos, de regalo, uno de esos atardeceres inmensos.
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